viernes, 3 de junio de 2011

A un viejo amigo

Te conozco bien, viejo amigo, mejor de lo que te imaginas. Soy consciente de que habitas dentro de mí, haciendo de mi cuerpo tu hogar. A veces agotas mis energías, obligándome a postrarme de rodillas y otras, en cambio, me haces sentir poderoso, casi indestructible. Sé que observas orgulloso cada uno de mis errores, sonríes con cada tropiezo y estallas en una carcajada cuando hiero a alguien; y que aún esperas impacientemente tu momento, pensando que algún día este cuerpo será todo tuyo, que tomarás el control.

Te diré una cosa, amigo mío, aunque creo que no te va a gustar. Amo profundamente la vida. Es la única oportunidad que se me ha dado para demostrar al mundo mi valía, y no voy a desperdiciarla; es más, pienso aprovecharla al máximo viviendo cada día como si fuera el último. Amo también a la gente que me rodea, acompañándome en mi camino; y no les deseo ningún mal, mas procuro que caminando a mi lado se sientan felices y su camino se haga más ligero y agradable. Por último, ante todo, amo intensamente la libertad, y no la cambiaría por todo el oro de este mundo, no la cambiaría por nada.

Dicho ya todo esto, voy, por último, a darte un consejo. Nos queda mucho por vivir juntos, tu maldición no es muy diferente a la mía y créeme, entiendo que no te resignes. Aún así no voy a ceder; así que siéntate, ponte cómodo y disfruta del paisaje, porque aquí soy yo quien lleva las riendas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario