miércoles, 11 de mayo de 2011

Aquella sonrisa

Era preciosa, simplemente perfecta. Sus ojos negro azabache parecían penetrar hasta lo más profundo de tu alma y su sonrisa tenía el poder de congelar el tiempo en un instante. Simplemente perfecta. Cuando la encontró en casa de aquel hombre estaba completamente magullada y parecía derrotada y abatida, pero aún tenía fuerzas para esbozar esa sonrisa por la que el mundo dejaba de girar.

Decidió llevarla a casa y curar sus heridas. La abrazaría y le diría que todo iría bien, luego la dejaría marchar para que pudiera ser feliz, ver el mundo. Sí, eso haría. Así que, fiel a su decisión, la llevó a casa, curó sus heridas como mejor supo y le dio un cálido abrazo, que provocó que aquella sonrisa que antes desprendía un brillo tenue pero bello, como el de una luciérnaga en la noche, llegara a competir con el brillo del sol. Cuando el mundo decidió volver a girar se dispuso a decirle adiós, pero se dio cuenta de que no podía, ya no había marcha atrás, así que le dijo que estarían juntos, que todo iría bien a partir de entonces, que no se alejaría de ella. Y el tiempo se detuvo durante lo que parecieron eones en aquella hipnótica sonrisa, en aquellos ojos que como piedras preciosas reflejaban el cielo, y durante aquel instante convertido en eras, se sintió la persona más feliz del mundo.

Los días transcurrían tranquilos y la vida adquiría cada día colores nuevos. Juntos saboreaban cada segundo como si fuera el último, y disfrutaban el uno del otro como si de la mayor droga se tratase. Paseaban, reían, jugueteaban entre la hierba, nadaban desnudos en el río, y cogidos de la mano dormían juntos durante horas. No necesitaban nada más para ser felices, ni siquiera se planteaban aquella posibilidad.

Pero el tiempo no perdona a nadie y no podían vivir solo de amor y aire, así que tuvieron que volver al trabajo y a rutinas ya olvidadas. En un mundo utópico eso no habría sido necesario, podrían coger frutos de los árboles y beber el agua pura de los ríos, pero debían aceptar que ese no era su mundo, así que durante el día cada uno debía salir a dedicarse a sus quehaceres, aunque se encontraban fugazmente siempre que tenían ocasión. Pasado el tiempo, un día, volviendo de trabajar, recordó a aquellos amigos con quienes solía ocupar su tiempo antes de perderse en aquella sonrisa ¿Qué habría sido de ellos? También recordó cuánto le gustaba subir solo a la montaña y observar las nubes durante horas, tratando de descubrir las verdades del mundo entre sus formas esquivas, o tocar con su vieja guitarra canciones asonantes que tan solo él entendía. ¿Seguirían las nubes en aquella montaña? Su vieja guitarra ¿Estaría aún afinada? Pero cuando volvió a casa olvidó todo cuanto había estado pensando y al verla la besó apasionadamente, perdiéndose en aquellos labios una vez más.

Un día, recordando sus viejas reflexiones, decidió que tal vez debía compartirlas con ella, pero cuando llegó a casa la encontró con una venda cubriéndole los ojos. "¿Y esa venda, cariño?" "¿Venda? No es un venda, la he llevado siempre, así el mundo no se interpone entre tú y yo, así puedo sentir tu tacto, tu olor, saborear tus labios, sin que nada más se interponga, porque eres maravilloso, perfecto, mi príncipe" Esa noche no pudo conciliar el sueño. ¿Desde cuando llevaba ella aquella cinta que cubría sus ojos? ¿Cómo no se había dado cuenta antes? ¿Cómo veía con ella el cielo, las nubes, el río y a la gente que le rodeaba? Él había estado a punto de olvidar para siempre todo aquello. ¿Habría tenido él mismo los ojos también vendados? ¿De ser así, cuando perdió el aquella venda? Y por último, ¿Podría verle ella a él tal y como era con aquella venda cubriéndole aquellos ojos azabache que un día le hicieron olvidar todo lo que él habría sido? ¿Podría llegar a ver las cicatrices que el tiempo y la vida poco a poco fueran dejando marcadas en su piel? Finalmente, alzó la vista un momento y la vio durmiendo a su lado, con aquella sonrisa aún marcada en los labios, y entonces se tranquilizó y cayó profundamente dormido.

Los meses pasaron rápidamente. Él volvió a ver viejas amistades, e intentaba como podía conciliarlas con algo de nubes, el trabajo y el tiempo que pasaba con ella; pero los días parecían cada vez más cortos y empezaba a sentirse muy agotado. Ella le preguntaba de vez en cuando si le ocurría algo, y su respuesta era siempre la misma. "Ha sido un día duro en el trabajo, aún me quedan cosas por hacer, estoy un poco cansado". Un día ella le hizo una pregunta que detuvo el tiempo de una forma mucho más brusca y violenta de lo que lo hicieran en su día aquellos ojos o aquella sonrisa. "¿Me quieres?" No era la primera vez que había oído esta pregunta, pero esta vez era diferente. ¿Por qué lo era? ¿Acaso lo estaba dudando? Aquellos ojos, aquella sonrisa... Seguían intactos, inalterables... Seguía siendo aquella chica que un día en sus viajes encontró inesperadamente. "Claro, cariño, te quiero"

Después de eso el tiempo volvió a su curso sin un atisbo de indulgencia, había dejado de detenerse y todo transcurría muy rápido, y aquella sensación casi imperceptible al principio empezaba a invadirle, haciéndose cada vez más y más intensa. "¿Estás bien?" preguntaba ella. "Un poco cansado", decía él, y ella, aún con aquella venda en sus ojos y aquella sonrisa brillando en su cara se refugiaba en sus brazos. "Te amo, eres maravilloso".

Un día se levantó y se dio cuenta de que ya no podía más, había olvidado como interpretar las nubes en el cielo y, sus manos y aquella vieja guitarra que una vez habían sido amantes secretos parecían extraños, los días pasaban tan rápido que ni siquiera se hacía consciente del aire que respiraba. Necesitaba andar un poco, reconciliarse con el aire, con las nubes, así que se acercó a ella y le dijo "Me voy". "Perfecto, prepararé mis cosas, dame unos minutos" respondió ella. "No, esta vez me voy solo, no sé cuando volveré, no sé si volveré". Y entonces ella rompió a llorar, sus ojos se inundaron en lágrimas, le agarró tan fuerte que dejó marcas en su piel, le abrazó, le dijo que lo pensara, que no tenía sentido, que no se marchara, que era una locura, que no podría vivir si él, que no podría vivir. Y él deseó besarla, perdido en aquella mirada deseó acariciar su cuerpo una vez más, perderse en sus labio, abrazarla, decirle que todo iría bien. Pero no lo hizo. Acercó sus labios lo suficiente para sentir su sabor un última vez, dio media vuelta y se marchó.

Viajó por lugares conocidos y desconocidos, volvió a ver las nubes y esta vez de nuevo le hablaron, abrazó su guitarra y rió con amigos ya casi olvidados, aquella extraña sensación que había terminado por dominarlo, por definir lo que era, desapareció al fin. Pero echándola tanto de menos que apenas podía dormir una sola noche decidió volver a ver como estaba. No tuvo que buscar mucho, la encontró en el mismo lugar, hablando con un hombre, sentada en el suelo, parecían felices. La venda seguía cubriendo sus ojos y aquella sonrisa que había sido brutalmente truncada y desfigurada el día que él marchó brillaba de nuevo en sus labios. Pasó a su lado y no pudo evitar detenerse durante un instante. La saludó: "Buenos días". "Buenos días caballero", respondió ella, sin tan siquiera desviar la vista. Ya no podía verle, ni podría reconocerle. Aquella venda seguía puesta, y nunca más podría estar tan cerca de ella para que pudiera sentir su olor una vez más, o rozar su piel. Emprendió de nuevo la marcha, negó levemente con la cabeza, sonrió y siguió su camino.

3 comentarios:

  1. Me gusta mucho todo lo que has escrito,es una de las cosas inscribibles que puedes hacer, escribo en este en especial porque me ha recordado algo bueno que había entre nosotros, que casi ya se me había olvidado. Seguiré mintiéndome y espero que tu sigas escribiendo, besos.

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  2. Gracias, claro que seguiré escribiendo, me encanta hacerlo y entre otras cosas también es mi billete de ida Alemania en 2012. Me encanta la palabra "inscribibles", supongo que querías decir increíbles o algo, aunque a mí también me parece inscribible escribir =P.

    Tú sigue dibujando cada día mejor que si algún día escribo algo que merezca la pena le encargaré a mi ilustradora favorita todo lo dibujable, que un libro se presenta a su público por la portada. Un abrazo enorme.

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  3. Oh men, yo desarrolló webs, te montó un blog bien montadito y escribes o qué?

    Me ha molao Sergio, hablamos ;)

    PD: Historia real has dicho no? jué

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